El relieve montañoso y la existencia de numerosas islas hicieron
que en la antigüedad Grecia no fuera un estado unificado, sino que cada valle y
cada isla formaran un estado independiente, al que denominaban polis (ciudad-estado), que
comprendía una ciudad y las tierras que la rodeaban. Cada polis tenía sus
propias leyes, moneda, gobierno y ejército. Pero todas ellas poseían la misma
lengua, religión y cultura, y compartían el sentimiento de pertenecer a un mismo
espacio geográfico: la Hélade (se llamaban a
sí mismos helenos).
El poder estaba en manos de los aristócratas , que eran grandes propietarios de tierras, por lo que formaban una oligarquía
que gobernaba. Este grupo de privilegiados se llamaban a sí mismos “los
mejores” (aristoi en griego). Por eso
se dice que era un gobierno
aristocrático u oligárquico. Esta forma de gobierno fue la más extendida en
toda Grecia. Pero en Atenas, una
serie de cambios económicos, sociales y políticos favorecieron la aparición en
el siglo V a. C. de un nuevo sistema político: la democracia.
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